Retrato de un matrimonio
Autora: Pearl S. Buck
Título original: Portrait of a marriage
Género: Novela
Editorial: Plaza & Janés
Traducción: Isabel Iglesias
Portada: María Rosa Vela
Año:1962
Páginas: 202
Año de la primera edición: 1948
Retrato de un matrimonio es la historia de amor entre dos personas muy distintas entre si: Guillermo, joven pintor de familia aristocrática y Ruth, una campesina de ascendencia holandesa.
Pearl S. Buck, ganadora del Premio Nobel de Literatura el año 1938, nos presenta esta historia, que describe el día a día de un matrimonio, haciendo gala de una buena prosa, no pudiendo llevar un mejor título que el que tiene, pues básicamente se trata de eso, de un retrato, de plasmar las vicisitudes que ocurren dentro de un matrimonio, en este caso, del matrimonio de Guillermo y Ruth, a comienzos del siglo XX.
El escenario donde se desarrolla la historia es los Estados Unidos, a diferencia de sus otras novelas de la autora que se desenvuelven en el continente asiático. Los personajes principales, como ya se mencionó, son Guillermo y Ruth, los mismos que están muy bien desarrollados. Ellos provienen de familias de distintas clases sociales. Él tiene un padre adinerado, empresario ferroviario y coleccionista de pinturas famosas. Ella es hija de un humilde granjero de origen holandés y orgulloso de pertenecer a la cuarta generación de los Harnsburger en Filadelfia. La diferencia entre ambos no solo reside en su procedencia y nivel socioeconómico sino también en cuestión de caracteres y modos de vida, todo eso en conjunto será un gran escollo que tendrán que vencer en aras de mantener un buen matrimonio.
El libro consta de tres partes. En la primera de ellas somos testigos de cómo ellos se conocen y se comprometen. En la segunda parte ya han pasado catorce años y la tercera nos muestra a los esposos ya ancianos. El ritmo es lento, a veces en demasía. No se trata de una historia romántica edulcorada sino más bien creemos que la intención de la autora era mostrar la realidad de un matrimonio común y corriente con sus altas y bajas, sobretodo teniendo tantas diferencias entre ellos y cómo es que se adecuan el uno al otro para continuar con la relación. Definitivamente los tiempos son otros, los modos de pensar de esa época y ahora son diferentes, por ello nos choca ver a un marido dedicado al cien por ciento a la pintura, siendo un inútil en lo referente a las labores en casa y hasta con la educación de los hijos. Es Ruth la que lleva todo el peso de mantener el hogar, del cuidado de la granja, de las solícitas atenciones al esposo y la crianza de los hijos, olvidándose de ella misma. ¿La relación es buena o mala? ¿Es amor o costumbre? ... Pearl Buck nos muestra todo, para sacar nuestras propias conclusiones.
El escenario donde se desarrolla la historia es los Estados Unidos, a diferencia de sus otras novelas de la autora que se desenvuelven en el continente asiático. Los personajes principales, como ya se mencionó, son Guillermo y Ruth, los mismos que están muy bien desarrollados. Ellos provienen de familias de distintas clases sociales. Él tiene un padre adinerado, empresario ferroviario y coleccionista de pinturas famosas. Ella es hija de un humilde granjero de origen holandés y orgulloso de pertenecer a la cuarta generación de los Harnsburger en Filadelfia. La diferencia entre ambos no solo reside en su procedencia y nivel socioeconómico sino también en cuestión de caracteres y modos de vida, todo eso en conjunto será un gran escollo que tendrán que vencer en aras de mantener un buen matrimonio.
El libro consta de tres partes. En la primera de ellas somos testigos de cómo ellos se conocen y se comprometen. En la segunda parte ya han pasado catorce años y la tercera nos muestra a los esposos ya ancianos. El ritmo es lento, a veces en demasía. No se trata de una historia romántica edulcorada sino más bien creemos que la intención de la autora era mostrar la realidad de un matrimonio común y corriente con sus altas y bajas, sobretodo teniendo tantas diferencias entre ellos y cómo es que se adecuan el uno al otro para continuar con la relación. Definitivamente los tiempos son otros, los modos de pensar de esa época y ahora son diferentes, por ello nos choca ver a un marido dedicado al cien por ciento a la pintura, siendo un inútil en lo referente a las labores en casa y hasta con la educación de los hijos. Es Ruth la que lleva todo el peso de mantener el hogar, del cuidado de la granja, de las solícitas atenciones al esposo y la crianza de los hijos, olvidándose de ella misma. ¿La relación es buena o mala? ¿Es amor o costumbre? ... Pearl Buck nos muestra todo, para sacar nuestras propias conclusiones.
- Ya lo comprenderás cuando te cases, William. El matrimonio es tan raro... Sencillamente te funde con otra persona. Cuando Monty sufre, sufro yo también.
Pág. 22
Sabía que le quería, desde el primer día... no, desde la primera hora, y le quería ahora hasta dolerle el corazón.
Pág. 23
... Si no había de volver a verle, quería morir. Si él se marchaba, nada volvería a tener vida para ella, porque, respirando o no, se sentiría muerta si no volvía a verle.
Pág. 27
- Me da verguenza de cómo están mis manos -dijo-; no merecen que las beses.
- Las amo - dijo William apasionadamente-. Son fuertes, buenas, hermosas. Cuando las tengo entre las mías siento que algo me sostiene-. Las besó y las apoyó en sus mejillas-. ¡Querida mía -murmuró-, queridísima! Me gusta todo en ti: el arco de tus pestañas, tu pelo; la curva de tu barbilla hacia la garganta. Cuando andas pienso en el viento ondulante sobre el trigo. Eres para mí, tierra y agua, y pan y luz.
Pág. 39
Conocía íntimamente cada línea, cada curva de su cuerpo, y, sin embargo, siempre le parecía nueva. A menudo meditaba sobre esto. ¿Qué era aquel don de eterna frescura que poseía? No residía en su imaginación. El conocía cuantos pensamientos habían cruzado por ella, y los que habían de pasar aún. Ninguna palabra que pudiera decir podría sorprenderle. Pero constantemente se asombraba con la frescura de su presencia. Quizás se debía a que usualmente se olvidaba de ella cuando no estaba a su lado, y el volver a verla era siempre un retorno...
Pág. 52
- ¡Mira, William, mira ese maizal! ¡Jamás he visto nada igual a esto! Debe de ser temprano. Siempre le digo a "Pap" que planta cuando la estación está demasiado avanzada. ¡Oh, William, mira que patos! Espero que en casa haya patitos este año, aunque, si "Mam" está enferma, lo dudo. ¡Sería ya demasiado tarde para empezar ahora! ¡Mira William, ese granero verde! ¡A quién se le ocurre pintar ahora un granero de verde en vez de encarnado? ¡Tiene que ser gente de la ciudad seguro!
El calor rizaba su cabello castaño alrededor de su rostro y sus mejillas estaban encendidas. Tenía asida la mano de William y éste sentía que la vida entraba impetuosa en él a su contacto. Ruth revivía de nuevo y le hacía revivir. Notó la fragancia que emanaba de ella, su suave perfume. Recordó una historia que leyera, no sabía dónde, sobre la concubina de un emperador chino que era amada por éste por la única razón de que cuando estaba acalorada emanaba de ella cierta fragancia. Amando a Ruth, comprendía que pudiera amarse a una mujer por la sola razón de su fragancia.
Pag. 70
Cuando se despertó por la mañana sabía que allí, sólo allí, con ella, estaba su hogar.
Pág. 83
Y Ruth misma sentía respeto y menosprecio por la pintura de su marido. Ella sabía, empero, que él tenía que pintar para ser feliz. Incluso ella estaba más tranquila cuando él empezaba un nuevo cuadro, porque entonces era feliz. Siempre se sentía animado y esperanzado cuando empezaba un nuevo cuadro...
Pág. 103
Creo que no he querido a ninguno de nuestros hijos tanto como tú. Pero quizá te he querido a ti más que tú a mí. Toda mi capacidad de amar la he gastado queriéndote.
Pág. 109
En paz, a medianoche, se alegró en su corazón. Pensó que en una ocasión había intentado dejar aquella casa para vagar por la tierra en busca de... ¿De qué? Entonces había creído que en busca de sí mismo. Pero, de haberse marchado, se hubiera dejado así mismo atrás...
Pág. 111
- Quisiera poder explicarte lo que siento. Tú eres diferente de todo el mundo. Me haces sentirme diferente a mí también. Porque yo no quiero ser sencillamente como los demás... porque eres mi padre. Estoy muy orgullosa de ti.
Pág. 117
Y de pronto William no pudo soportar por más tiempo el espectáculo del cariño de Ruth hacia su hijo, hacia aquel joven tan fuerte que estaba más cerca de ella que ningún otro, porque llevaba su propia sangre. Pensó que aquella era la causa por la que los hombres tenían celos de sus propios hijos. Los hijos siempre tienen acceso al corazón de su madre, porque tienen la misma sangre; el marido es siempre un extraño por su sangre. Y la sangre es la que ata a las mujeres.
Pág. 122
Antes había, sencillamente, un aspecto que satisfacer; primero del cuerpo, de la sangre; después de la descendencia. Cuerpo contra cuerpo habían creado a sus hijos. Pero ahora ya no era aquel simple apetito. La carne estaba satisfecha hacía largo tiempo, y ya no iba a ver más hijos. Ahora era comunión de cuerpo con cuerpo, de corazón con corazón, de alma con alma, simbolismo y razón de dos cuerpos fundidos en uno.
Pág. 134
Conocía íntimamente cada línea, cada curva de su cuerpo, y, sin embargo, siempre le parecía nueva. A menudo meditaba sobre esto. ¿Qué era aquel don de eterna frescura que poseía? No residía en su imaginación. El conocía cuantos pensamientos habían cruzado por ella, y los que habían de pasar aún. Ninguna palabra que pudiera decir podría sorprenderle. Pero constantemente se asombraba con la frescura de su presencia. Quizás se debía a que usualmente se olvidaba de ella cuando no estaba a su lado, y el volver a verla era siempre un retorno...
Pág. 52
- ¡Mira, William, mira ese maizal! ¡Jamás he visto nada igual a esto! Debe de ser temprano. Siempre le digo a "Pap" que planta cuando la estación está demasiado avanzada. ¡Oh, William, mira que patos! Espero que en casa haya patitos este año, aunque, si "Mam" está enferma, lo dudo. ¡Sería ya demasiado tarde para empezar ahora! ¡Mira William, ese granero verde! ¡A quién se le ocurre pintar ahora un granero de verde en vez de encarnado? ¡Tiene que ser gente de la ciudad seguro!
El calor rizaba su cabello castaño alrededor de su rostro y sus mejillas estaban encendidas. Tenía asida la mano de William y éste sentía que la vida entraba impetuosa en él a su contacto. Ruth revivía de nuevo y le hacía revivir. Notó la fragancia que emanaba de ella, su suave perfume. Recordó una historia que leyera, no sabía dónde, sobre la concubina de un emperador chino que era amada por éste por la única razón de que cuando estaba acalorada emanaba de ella cierta fragancia. Amando a Ruth, comprendía que pudiera amarse a una mujer por la sola razón de su fragancia.
Pag. 70
Cuando se despertó por la mañana sabía que allí, sólo allí, con ella, estaba su hogar.
Pág. 83
Y Ruth misma sentía respeto y menosprecio por la pintura de su marido. Ella sabía, empero, que él tenía que pintar para ser feliz. Incluso ella estaba más tranquila cuando él empezaba un nuevo cuadro, porque entonces era feliz. Siempre se sentía animado y esperanzado cuando empezaba un nuevo cuadro...
Pág. 103
Creo que no he querido a ninguno de nuestros hijos tanto como tú. Pero quizá te he querido a ti más que tú a mí. Toda mi capacidad de amar la he gastado queriéndote.
Pág. 109
En paz, a medianoche, se alegró en su corazón. Pensó que en una ocasión había intentado dejar aquella casa para vagar por la tierra en busca de... ¿De qué? Entonces había creído que en busca de sí mismo. Pero, de haberse marchado, se hubiera dejado así mismo atrás...
Pág. 111
- Quisiera poder explicarte lo que siento. Tú eres diferente de todo el mundo. Me haces sentirme diferente a mí también. Porque yo no quiero ser sencillamente como los demás... porque eres mi padre. Estoy muy orgullosa de ti.
Pág. 117
Y de pronto William no pudo soportar por más tiempo el espectáculo del cariño de Ruth hacia su hijo, hacia aquel joven tan fuerte que estaba más cerca de ella que ningún otro, porque llevaba su propia sangre. Pensó que aquella era la causa por la que los hombres tenían celos de sus propios hijos. Los hijos siempre tienen acceso al corazón de su madre, porque tienen la misma sangre; el marido es siempre un extraño por su sangre. Y la sangre es la que ata a las mujeres.
Pág. 122
Antes había, sencillamente, un aspecto que satisfacer; primero del cuerpo, de la sangre; después de la descendencia. Cuerpo contra cuerpo habían creado a sus hijos. Pero ahora ya no era aquel simple apetito. La carne estaba satisfecha hacía largo tiempo, y ya no iba a ver más hijos. Ahora era comunión de cuerpo con cuerpo, de corazón con corazón, de alma con alma, simbolismo y razón de dos cuerpos fundidos en uno.
Pág. 134
No hay comentarios :
Publicar un comentario