Autor: Torcuato Luca de Tena
Editorial: Planeta
Dedicatoria: "A Bianca, mi mujer, en desagravio, porque fue víctima de las impaciencias, malos humores, zozobras que acompañaron la muy larga gestación de este libro, redactado en lucha con el tiempo y con los afanes ineludibles de otros quehaceres. Sin su equilibrio, sin su inteligente y finísimo consejo, sin su compañía, sin su aliento, estas páginas no hubieran sido escritas. Ni éstas ni otras muchas que ya son vida."
Cubierta: Hans Romberg
Año: 1991
Páginas: 315
Primera edición: 1964
Calificación: 4/5
Calificación: 4/5
Corre el año de 1937 y la Fuerza Aérea del General Franco bombardea Santander, ciudad portuaria española, situada en la costa norte de la Península Ibérica. La casa de Perico, niño de seis o siete años, ha sido alcanzada y destrozada por una de estas bombas y gracias a su criada que lo cubrió con su propio cuerpo aún a costa de su vida, pudo salvarse, no corriendo la misma suerte, lamentablemente, la familia del niño.
Perico es encontrado en estado inconsciente por sus vecinos y llevado temporalmente a una taberna mientras recobra el conocimiento. Cuando despierta, se encuentra completamente solo y sin tener idea de lo que realmente había pasado, decide regresar a casa. Al verla destruida y no encontrar a su familia, se hace la idea de que han ido a Madrid y va en busca de ellos pasando por mil y una aventuras.
Cuando encontré esta obra, olvidada en una esquina y llena de polvo, en una tienda de libros de segunda mano, jamás imagine lo mucho que me iba a gustar. Es la primera obra que leo del autor y realmente me ha encantado.
La brújula loca, novela del escritor español Torcuato Luca de Tena, tiene veintiocho capítulos. Curiosamente cada uno de ellos lleva de título una letra del alfabeto seguido de un verso de Agustín, conde de Foxá, en homenaje a su memoria y obra.
La historia que nos trae este libro es la de Perico, un pequeño niño que ha quedado solo debido a que sus padres, sus seis hermanos y su criada han perecido por causa de una bomba que destruyó su casa en el Barrio de San Blas, en Santander. La bomba al parecer estaba destinada al buque soviético El Odesa anclado en el puerto con el propósito de trasladar a niños refugiados hacia Rusia, pero al ser alcanzada la aeronave por un antiaéreo, soltó la bomba antes de tiempo, estrellándose la nave finalmente en el mar. Gracias a los vecinos, Perico es rescatado de entre los escombros y llevado a una taberna momentáneamente, esperando se recupere. Cuando despierta, se marcha del lugar sin que nadie lo note y regresa a casa. Al encontrarla en ruinas, se hace la idea de que su familia se ha marchado a Madrid, decidiendo ir en busca de ellos.
Perico inicia así una serie de aventuras donde conocerá personajes de lo más peculiares como Martín Pescador, Felisa la Guadesa, Cosme el bandido, Mariuca la niña vagabunda, Micaela la monja clarisa, entre otros.
Perico inicia así una serie de aventuras donde conocerá personajes de lo más peculiares como Martín Pescador, Felisa la Guadesa, Cosme el bandido, Mariuca la niña vagabunda, Micaela la monja clarisa, entre otros.
El autor además de retratar perfectamente el pasaje, la vida rural y el acento campesino de sus personajes, ha hecho que Perico, como niño pequeño, resulte no solo creíble sino que encandile con su gran imaginación, su inocencia e ingenuidad. La imaginación de este niño hará que cobren vida los objetos y mantenga curiosos diálogos no solo con ellos sino también con algunos animales que encuentra en su camino. Este pequeño personaje, sin duda, me robó el corazón.
Demás está decir que recomiendo mucho este libro. Encontrarán una dura y tierna historia a la vez, con pequeñas dosis de humor que, estoy segura, se volverá una de sus favoritas.
- Tu madre está dormida- dijo, para tranquilizarle, el oso-. ¿No ves que ya es de noche?- ¡Los muñecos no hablan!- Yo no hablo - respondió el oso-. Eres tú quién habla por mi.Perico descendió lentamente de su pequeña atalaya. Su madre no podía oírle. ¿Cómo iba a poder si estaba dormida? Mañana cuando hubiera luz, se lo diría todo. Retiró como pudo el polvillo del cemento, adobe y cal que cubría las sábanas; recogió al oso del suelo y, sin desprenderse de la estatuilla de la Virgen, se introdujo en la cama.La Virgen, el oso y el niño durmieron hasta el amanecer.Pag. 18
El que más gustó a Perico de los cuentos que oyó a Martín Pescador las semanas que convivieron juntos fue el de la isla, donde todos los hombres eran buenos y -¡caso insólito!- las mujeres también. Era una isla donde no existía el engaño ni la envidia; donde cada uno se contentaba con lo que tenía y no ambicionaba la belleza, la inteligencia, la habilidad, el dinero o la mujer de los demás...Pag. 53
- ¿Quién dijo que yo no quiero llevarte a Madrid? Mira...
Le cogió el rostro con ambas manos.
- Mira... Manque sea llevando a hombros La Pilonga tierra adentro. Manque tenga que vadear ríos contigo a la espalda, como un San Cristóbal, yo te llevaré a Madrid -se besó el pulgar- ¡por éstas! ¿Lo has oído?
Perico bajó los ojos.
- Sí.
- Y no tienes por qué morirte, ni por qué querer morirte, que no ties años pa eso. Tú vivirás muchismos años, muchismos, tantos, fíjate bien, que si alguna vez alguien se acuerda de Martín Pescador, será por ti. Y ahora prométeme que nunca volverás a decir eso.
Perico abrió una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡Pero si lo que yo decía -balbuceó como protestando- es que "ya" no me quería morir!
- ¿Y por qué "ya no"?
Perico se encogió de hombros.
-No sé.
-¿Es porque te gustó pescar maganos?
- Sí.
- ¿Y porque te gustó comerlos, fritos y recién pescados?
- Sí.
- ¿Y por qué más?
Perico alzó los brazos. ¡Qué pregunta más tonta!
- Pos... porque te quiero mucho.
Pág. 58
- Y dime: ¿es simpática la hermana del Frenillos?
Perico frunció los labios y sonrió maliciosamente. Bajó la voz.
- Es un poco sucia, ¿sabes?
- ¿Por qué?
- ¿Sabes lo que hace?
- ¿Qué hace?
- ¡¡Les toca las tripas a las señoras de los bueyes y les saca la leche!!
- ¡Que horror! ¿Eso hace con la vaca?
- Sí.
- ¿Y la vaca se deja?
- Sí
- ¿Y a ti no te gusta la leche?
- A mí, sí. Pero no de las vacas... ¡A mí me gusta la de las lecherías!
Pág. 87
- ¡Moras!- exclamó.
Días antes había visto otras, junto a la casa del carretero, mas no estaban maduras y tuvo que escupirlas de la boca. Estas que ahora colgaban del arbusto, estaban, salvo algunas pocas, en su punto justo, y aunque no eran moras -como él decía- sino zarzamoras, poca diferencia había para su apetito. Hizo un buen acopio de ellas y sentóse en el suelo para comerlas.
¿Con quién hablaba Perico? Es difícil precisarlo. Lo cierto es que parloteaba, y su pensamiento -si es que es justo llamar así al irreflexivo galope de la fantasía a lomo de los recuerdos- tan pronto se expresaba en soliloquios como en diálogos. Charlaba Perico con los árboles, las moscas, las hormigas, con sus zapatos, su hatillo, su caja de madera; con su madre, con el Presi, con los bueyes del carro... y, al hablar, lo mismo se iluminaba su rostro con una sonrisa que se nublaba con un jirón de tristeza, que se fruncía en una crispación de lágrimas o se abría en una golosa, alborozada, rutilante carcajada. ¡Pobre Perico!
Pág. 106
- ¡Entonces podemos ser amigos! Yo me llamo Perico, ¿y tú?
- Yo, Trespatas -confesó el can avergonzadísimo.
El niño se azoró un poco al oír esto.
- Es una tontería que te llamen así porque ¡no se te nota nada!
El chucho le miró agradecido. Y un poco ruboroso también él le dió un lengüetazo en una pierna que a Perico le supo como una palmada en el hombro por parte de un camarada.
- ¡Toma! -le ofreció entonces Perico abriendo y alargando la mano.
Trespatas olfateó lo que le mostraban.
- ¡Que asco! ¡Son moras! -arrufó despreciándolas.
Pág.110
Los ríos son como los hombres. alborotadores en la infancia, desquiciados en la adolescencia, prudentes y sosegados en la madurez.
Pág. 118
Felisa esperó a pie firme a que el Cosme se alejara. Apenas le vio doblar el recodo de la casa se precipitó al interior. Apoyóse de espaldas, toda jadeante, en la primera pared que halló al paso y cubrió su rostro con las manos. Permaneció así unos instantes, al cabo de los cuales sus dedos resbalaron sobre la cara dejando libres los ojos, que no los labios. Era la imagen misma del terror.
Pág. 145
Mariuca se mordió las uñas antes de dar su versión.
- Pos yo teno otro pensar. Es un angeluco que ja chocau con los picos cuando iba volando y por eso tie una jirida en la su cara, ¡y por eso es tan lindísimu!
Pág. 172
... Ella había pedido cien veces a Jesús que le mandara otro hermano, pero de sus mismos años, porque Zapico le llevaba once, que eran muchos en demasía. La cigüeña que lo trajo podía haberlo dejado caer a la puerta de la cueva, con lo que la herida de la cara tendría una nueva y mucho más clara justificación.
Pág. 173
-¡Uf! Me habíais asustado, muchachos. Creía que estabais muertos...
- ¡Los niños no se mueren! -protestó Perico-. ¿Verdad, Mariuca, que los niños no se mueren?
- ¡Nooo! ¡No se mueren! - confirmó Mariuca.
Y Trespatas les miró con infinita humildad y asombro, pues aquella confesión confirmaba la enorme superioridad de los humanos sobre el resto de las criaturas.
Pág. 222
Sor Micaela profesó religiosa ya talludita. "Vas a quedarte a vestir santos", le anunciaba su madre ante su prolongada soltería. Y para vestir santos se quedó. Toda su vida fue una pura perplejidad ante la tozudez con que el Señor le indicaba su Divina Voluntad. Sor Micaela tenía mal carácter. Su delicadeza de espíritu y agudísima sensibilidad estaba protegida por corazas de aparente acritud, hosquedad y alejamiento. El trato con las gentes del mundo e incluso con las de su familia era un puro tormento: eslabones engarzados en continuas decepciones. Tenía la sensación de que los demás no la apreciaban. "No es que sean duros contigo. Te sacan las uñas porque te ven con las uñas fuera", le decía su madre. Y era verdad.
Pág. 263
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