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Miss Giacomini








Autor: Miguel Villalonga
Género: Novela

Editorial: Plaza & Janés
Portada: Alvaro
Año: 1969
Páginas: 125

Fecha de la primera publicación: 1941 (Madrid) 
Calificación: 3/5


Se acerca Semana Santa y una ciudad está dividida en dos bandos, por un lado un grupo de una marcada influencia religiosa y moralista y por el otro, un sector más abierto y de ideas liberales. La población se ve enfrentada y no pierde ocasión para lanzarse ataques, sobretodo por la prensa y medios escritos. A esa ciudad llega miss Giacomini, actriz inglesa con un grupo de artistas para presentarse en el Teatro-circo en pleno Sábado de Gloria, lo que causará revuelo y escándalo entre los ciudadanos al anunciarse a la respectiva señorita en folletos y carteles vistiendo ligeras mallas.

Miguel Villalonga, fue un escritor español, hermano del también escritor Lorenzo Villalonga. Dedicado a la vida militar y la escritura, colabora en un inicio en diversos diarios, imprimiendo siempre su estilo mordaz y humorístico. Extraña que sus obras, de innegable calidad literaria no hayan sido posteriormente más difundidas, valoradas o al menos recordadas, tejiéndose numerosas hipótesis, entre ellas: el reproche de sus paisanos al haber escogido el castellano como lengua literaria dejando de lado el catalán, el haber sido opacado por la extensa obra literaria de su hermano, su condición de militar, antirrepublicano y falangista o a su temprana muerte.

Miss Giacomini, la obra que tratamos hoy, fue publicada inicialmente el año de 1934 en continuas entregas a la revista mallorquina Brisas, y posteriormente en libro el año de 1941. Es una novela que retrata la vida de una sociedad que se ve escandalizada por la llegada de una artista en los días de Semana Santa, así observamos que a modo de capítulos, el texto se encuentra dividido en días, desde el martes, 28 de marzo de 189... al martes, 4 de abril de 189..., omitiéndose señalar la ultima cifra del año.

El libro sorprende por su estilo, su ironía, su sarcasmo, su lenguaje fino, una prosa muy trabajada, sátira de una sociedad de entonces que puede resultar familiar si la contrastamos con la actual, donde los medios de comunicación, en este caso periódicos y semanarios, se parcializan, donde se conservan prejuicios e hipocresías y donde la iglesia suele entrometerse en el gobierno, todo esto retratado por Villalonga con gran maestría.

Un pequeño pero gran libro que requiere tomarse tiempo para leerlo, pues no es de lectura fácil, pero sin duda dejará una huella en el lector.



¡Miss Giacomini...! Un huracán de odios, de fiebre, de pasión y de lujuria se ha desatado sobre la ciudad apacible... Los periódicos locales polemizan enfurecidos... Se organizan homenajes y funciones de desagravio... En los fosos de las murallas ¿han cruzado sus espadas dos caballeros? La directora de un colegio de señoritas lleva ocho días sin dormir: sus discípulas, aterrorizadas, no pueden levantar la cabeza. En el Gobierno Civil se suceden las visitas: damas respetables y jóvenes republicanos, sesudos varones, liberales transigentes, conservadores espeluznados, integristas que ni a protestar aciertan: tal es su furor... 
¡Miss Giacomini...! el fiscal de S. M. y el gobernador civil conferencian con el jefe de Policía. Dos matrimonios han pedido la separación. Multitud de noviazgos han fracasado... ¿Se agotarán la tila y los antiespasmódicos...? Los reverendos padres agustinos recogen en el internado de su colegio, cincuenta y siete retratos de la funámbula... "-Hablemos claro, dice el periódico integrista. Hay que definirse..." Y el periódico liberal suda tinta porque no se atreve a definirse ante miss Giacomini.
Pág. 7



- Señor gobernador, este banquete no puede celebrarse. Usted debe impedirlo.
- No veo manera legal.
- La Religión está por encima de la legalidad.
El gobernador medita. No hace dos días que a él se le ocurrió una frase parecida. Fue en ese mismo despacho: un alcalde de pueblo oponía estúpidos reparos a cierta modificación del reparto de consumos.
Pág. 14



El gobernador civil acaba de recibir un anónimo de don Miguel Escrich. La ocupación favorita del boticario es ésta de enviar anónimos, tal práctica ha logrado adquirir en el arte de desfigurar su letra, que muchas veces, transtornado por su fogosa inspiración, confunde los tipos de escritura y emplea para los anónimos el tipo habitual y para su correspondencia ordinaria el desfigurado.
Pág. 23



"Pues bien señores y hermanos, cuando una ciudad, cuando toda una ciudad, ilustre en su abolengo histórico y por sus tradiciones cristianas, trata de suicidarse moralmente y de renegar de la fe de sus mayores, ¿qué debe hacer el espectador sereno? ¿Cuál debe ser la misión de quien -indigno siervo del Señor- tiene, como tengo yo, cura de almas? ¡Ah! No esperéis de mí el silencio egoísta, la inhibición cobarde. Arrojadme, si el eco de mi voz perturba nuestras conciencias adormecidas, pero no esperéis que me calle.
Pág. 31 


Por respeto a la santidad del día - afirma El Aviso- nos abstenemos de comentar ciertos hechos de actualidad local. Pero que no se interprete nuestro silencio como signo de dejación o de debilidad. ¡Alerta, católicos! No olvidemos que en un jueves como el de hoy se durmieron confiados los discípulos de Jesucristo, abandonando la custodia del Divino Maestro. Y ahora, precisamente en estos días de recogimiento, tratan algunos de crucificar otra vez al Redentor del mundo, sepan todos que aquí estamos nosotros para impedirlo, de grado o por fuerza, entiéndase bien ¡de grado o por fuerza!Pág. 41



"Soy un rudo soldado, señores, y no sé hablar otro lenguaje que el de la verdad. Todas las creencias y religiones me parecen igualmente respetables, siempre que no traten de monopolizar el concepto de moral, ni aherrojar las conciencias ni de oponerse a la marcha arrolladora de la Libertad y el Progreso. De mí, sé deciros que soy panteísta (Estupor). Mi templo es el Universo, mi altar la Naturaleza. Adoro a Dios en el brillo de los astros que tachonan la bóveda celeste, en las claras linfas de los mansos arroyuelos, en el rayo horrísono que con fragor detonante rasga las etéreas inmensidades, adoro a Dios en las elevadas cimas y en los atardeceres melancólicos; adoro a Dios en la libertad y en el progreso, en la máquina que trepida y en el árbol que crece, en la ciencia que investiga y en el arte que crea... Adoro a Dios, señores, en la hermosura de la mujer. (Risas picarescas. Voces de "¡Silencio. Dejadle continuar!" Un maullido de un joven barbero. Descarga cerrada de aplausos, en señal de desagravio. Don José Andrade, envidioso huraño, finge reprimir un bostezo)
Pág. 69


- ¿Y si usted la viera, doña Ernestina! ¡Si usted la viera, a esa pájara! ¡No sé de qué se enamoran los hombres!
- ¿Usted la ha visto?
- Sí, señora, la otra mañana se asomó al mirador. Un minuto apenas...Llevaba una bata blanca con mangas perdidas y una cola de tres palmos que le arrastraba por el suelo. La cabellera suelta sobre los hombros... Tiene el pelo rubio.
- Teñido, desde luego. Todas las cortesanas se tiñen el pelo. Si son morenas, quieren parecer rubias, y si son rubias, quieren parecer morenas. La cuestión es llevar la contraria...
-Parecía triste. Miraba sin mirar.
- La voz de la conciencia. El hastío de las pasiones.
- A mí, al verla, me dio no sé qué. A fuerza de tila y de valerianato, logré calmar mis nervios. Pero me pasé todo el día llorando.
Pág. 86



...Pero una de sus discípulas - muchacha raramente estudiosa- se ha levantado para protestar del camelo aritmético realizado por su maestra.
- Está mal - ha dicho fríamente.
Los ojos de doña Paquita han centellado de ira.
- Señorita, es de muy mal gusto querer dar lecciones a quien es superior a usted en edad, saber y gobierno.
La odiosa criatura, sin amilanarse, ha insistido.
- Esta división está mal.
- ¡Y su conducta de usted está peor, y es impropio de una señorita educada!
- Esta división está mal, repare usted que el cociente es mayor que el dividendo y el divisor menor que el resto.
Doña Paquita repara, aterrada, que, efectivamente, según su cálculo, dividiendo las 250.574 pesetas de una herencia entre 15 herederos, tocarían 876.932 pesetas a cada uno y aún sobrarían 345 pesetas sin saber a quién entregarse.
- ¡Es usted una víbora! - exclama, sulfurada, la profesora, mientras borra apresuradamente la cuenta monstruosa-. ¡Así me pagan ustedes mis desvelos en pro de la enseñanza! Bien dice el refrán aquello de "¡Cría cuervos y te sacarán los ojos!"
Doña Paquita se echa a llorar histéricamente.
- No me respetan... Y faltar a la maestra es aún peor que faltarle a los padres. Todo está desquiciado...Desde que vino esa mujer...
Pág. 111