Génitrix - François Mauriac






Génitrix 
François Mauriac
Novela
Traducción: Miguel de Hernani
Editorial Losada
Dedicatoria: "A mi hermano, el doctor Pierre Mauriac, profesor de la Facultad de Medicina de Burdeos, confío estos enfermos, en testimonio de cariñosa admiración".
123 pág.
1956
Año de la primera publicación:1923 







Fernand Cazenave, de cincuenta años, vive en Burdeos con su esposa Mathilde, quien se encuentra gravemente enferma por causa de un aborto involuntario. Sin embargo, es incapaz de cuidar de ella como lo haría cualquier esposo pues se deja manipular por Felicité, su anciana madre que odia a su nuera y siente un amor obsesivo por su hijo.






François Mauriac, escritor francés, ganador del Premio Nobel de Literatura el año 1952, nos trae este pequeño pero gran relato titulado Génitrix, que retrata el amor obsesivo de una madre y la dependencia de su hijo inmaduro.

Génitrix es una palabra latina que significa madre. El libro, desde su publicación, fue bien recibido por la crítica. Es una obra que nos introduce en la psicología de tres personajes: Mathilde, en cama, muy grave con sus recuerdos y reflexiones; Fernand, su esposo, un niño grande, con capacidad muy limitada para tomar decisiones y con una falta de madurez pese a su edad adulta, sujeto a las decisiones de su madre; por último tenemos a Felicité, la anciana madre, cuyo amor por su hijo tan intenso y obsesivo ha hecho de éste un ser aniñado y si en algunas contadas oportunidades él la contradice, al final siempre vuelve a inclinarse a la voluntad de su madre.

Génitrix se disfruta de principio a fin. Es una verdadera lástima que este libro haya pasado casi al olvido. De capítulos pequeños, de personajes bien contruídos y de ágil lectura. Desde un inicio somos testigos de esta relación conflictiva y compleja que agobia, satura y que, con momentos muy intensos, irá cambiando a medida que se desarrolla la trama. No preciso como se dan dichos cambios para no spoilear, pero sin duda este libro dejará una huella en el lector.










 
 






Se adormeció y luego se despertó. De nuevo temblaba su cama; ya no era el resto de la casa, sino la cama únicamente. Sin embargo, ningún convoy cruzaba la estación dormida. Pasaron todavía varios segundos antes que Mathilde comprendiera que eran los escalofrios lo que sacudía su cuerpo y la cama.
Pág. 10


El hijo había interrumpido el recorte con las tijeras maternales, de máximas de una edición popular de Epicteto. Este antiguo alumno de la "Central" había decidido que el libro donde guardara lo esencial de la sabiduría enseñada desde que existen los hombres le revelaría matemáticamente el secreto de la vida y la muerte.
Pag. 13


- ¿Te acuerdas? Querías recortar un pensamiento que habías leído esta noche.
Fernand se acordaba. Era de Spinoza, algo parecido a "la sabiduría es una meditación de la vida y no de la muerte".
Pág. 14


- Para retenerme mejor, no has querido que me case... Tú..., tú eres quien ha organizado mi soledad.
- ¿Tú, casado? ¡Qué locura! Me gustaría verte como marido.
- No me desafíes.
Pág. 30


No había amado a nadie. No había sido amada. Este cuerpo iba a ser consumido en la muerte y no lo había sido en el amor.
Pág. 32


Mathilde, que, en un además de execración, había levantado las dos manos, las mantuvo un instante, hasta después de la huída de la enemiga, delante de los ojos, estupefacta de verlas violáceas. Su corazón enloquecía, como un pájaro al que están ahogando y que aletea más de prisa y más debilmente. Quiso ver de más cerca y no pudo distinguir sus uñas, azules ya... Pero aún en esa angustia extrema, no creyó en la eternidad de la noche en la que acababa de entrar: como estaba sola en la tierra, no sabía que se hallaba en el supremo linde de la vida. Si hubiese sido amada, los brazos la hubieran obligado a zafarse del mundo. No tuvo que despegarse porque no había conocido apegos. Ninguna solemne voz a su cabecera pronunció el nombre de un Padre tal vez terrible ni la amenazó con una misericordia tal vez inexorable. Ningún rostro lloroso y dejado atrás le permitió medir su huída deslizante hacia la Sombra. Tuvo la muerte dulce de los que no son amados.
Pág. 36


Quien ha perdido el apetito ha perdido el gusto de lo mejor que hay en el mundo. Sólo queda acostarse, esperar el fin.
Pág. 56


...un mes después de la boda, la madre, el hijo y la nuera se habían hecho fotografiar por un artista ambulante. Pero, dos segundos antes del trique, Fernand había abandonado el brazo de su mujer y tomado el de su madre. Y en adelante, sobre el álbum, Felicité y su hijo se mostraban risueños, mientras la joven esposa, en segundo plano, con las manos colgantes, se mantenía seria.
Pág. 57


Golpeó el suelo con los pies como el día en que había gritado a Mathilde: "¡No se adueñará de mi hijo! ¡No será suyo jamás!" Fué hacia la puerta. Tenía esa expresión estúpida y tensa de la mujer que oculta bajo su abrigo un revólver amartillado o un frasco vitriolo. Ta vez no haya varios amores. Tal vez no haya más que un solo amor. Esta anciana se sentía morir al no poseer a su hijo: era un deseo de posesión, de dominación espiritual, más áspero que el que entrelaza y hace que se penetren mutuamente y se devoren dos cuerpos jóvenes.
Pág. 58


Temblorosa, permaneció atenta a un leve ronquido seguido de un hipo, de un ahogo que ella conocía muy bien, deliciosa música de sus noches a través del tabique, señal sensible de la presencia adorada.
Pág. 59


...Tenías razón: sólo una madre puede comprender que clase de hombre soy. Todas las otras mujeres son extrañas. Creen amarnos y sólo piensan en ellas. Consideran legítimo que gastemos sin medida para sus fantasías absurdas. Las más exigentes son siempre las que antes de casarse se morían de hambre.
Pág. 64


...la celosa ternura de la madre había hecho al hijo incapaz de alimentar en él este fuego desconocido. Para no perderlo, lo había querido inválido; sólo lo había retenido porque lo había desproveído. Le había educado en una desconfianza y un desprecio estúpidos hacia las mujeres.
Pág. 70
 

Yo soy más digno de compasión que ella, porque yo no he tenido nada y ella me ha tenido a mí.
Pág. 90




Les mostramos parte de la producción que realizó la Opera Nacional de Burdeos sobre Génitrix. Dale click AQUÍ.





Hemos encontrado parte de la adaptación en francés para el cine de Génitrix. Dale click AQUÍ.





























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